Presupuesto Base Cero: una idea en desarrollo

24 Dic 2020

El presupuesto para el 2021, impulsado por el Ministerio de Hacienda e inspirado en la idea de replantear el gasto público en base a las prioridades del país, vio finalmente la luz después de un largo y arduo proceso legislativo. Su debate estuvo marcado por el recelo de algunos respecto a la propuesta del gobierno, la que, a diferencia de otros años, contenía importantes reasignaciones y criterios flexibles para su ejecución, acorde con la incertidumbre que enfrentamos. Así, después de una discusión áspera, me pregunto sobre su resultado. ¿Se logró acaso materializar una de las ideas estrellas de la centro-derecha liberal, o habrá perdido brillo en el proceso?

La deliberación de este presupuesto fue intensa, tanto por su contexto como por sus contenidos. Y es que frente a un año clave para salir tanto de la crisis económica como sanitaria, y en el cual cada partida de gasto está sometida a presión, la manera en que se asignen los recursos fiscales es de suma importancia. Por ello, era de esperarse que diputados y senadores tomaran una actitud de especial preocupación en el asunto, la que, en algunos casos, vino acompañada también de suspicacia ante la propuesta de Hacienda.

Al estar construido en base a un método sin antecedentes en el país, el proyecto fue incluso acusado de poco transparente y, en ocasiones, su debate pareció llegar a un punto muerto que no daba indicios de mejora. Al respecto, hay que tener en cuenta que nuestro Congreso está acostumbrado, año a año, a aprobar un presupuesto que funciona en base a una lógica de inercia, y que no suele diferir en gran medida del anterior. Además, muchos viven en una realidad paralela y creen que, en plena crisis, hasta los funcionarios mejor pagados debiesen tener un cuantioso reajuste; nada más lejos de la realidad del chileno promedio. Así, no era de extrañar que la reorganización de las partidas descolocara a un número importante de congresistas y complicase con ello la discusión.

La verdad es que muchos desacuerdos se debían más a una falta de comprensión sobre la manera en que las partidas fueron planteadas que a una discrepancia real. Con ello, el diálogo y las explicaciones del Gobierno fueron clave. Así, si bien en algunos puntos las diferencias eran reales, como sucedió con Cultura, el resultado final fue la reasignación de 1 de cada 6 pesos del gasto variable; la mayor en diez años y la cual liberó US $2.300 millones para hacer frente a la crisis.

Si bien es cierto que el entusiasmo generado en torno a la propuesta pareció diluirse en lo arduo de la discusión, lo cierto es que el llamado Presupuesto Base Cero Ajustado logró ver la luz en una forma que se apega a su espíritu original. Su aprobación –sin ningún voto en contra- no solo permite la continuidad de los planes de Gobierno en cuanto a prioridades y flexibilidad, sino que es también una señal de que todavía es posible llevar a cabo proyectos políticos en base al diálogo y fundamentos técnicos; algo valioso en los tiempos que vivimos. El desafío, ahora, consiste en rescatar aprendizajes e institucionalizar este esfuerzo para el futuro. No olvidemos que, con medidas como esta, su impacto solo puede ser realmente sopesado con el paso del tiempo y su aplicación periódica.

*Publicada en El Líbero

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